Hace poco volví a tener noticias de mi amigo, maestro y compañero Miguel Gámez, del periódico La Opinión de Málaga, con el que tuve la enorme suerte de compartir tres de los años más inolvidables de mi vida profesional. Nos pusimos al día y cotilleamos a gusto de estos seis años de ausencia. Me contó que ya suma dos hijos preciosos y que planeaba hacer solo el Camino de Santiago. Le pedí por favor que si llegaba a hacerlo no se olvidara de contármelo por escrito. Y así lo ha hecho. Una aventura entrañable de siete entregas, con claro sabor a Cola cao. Muchas gracias de corazón, Miguel.
El Camino de Miguel Gámez, del 23 al 28 de mayo
"¿Has hecho alguna vez el Camino de Santiago? Si la respuesta es positiva, espero que te diviertas con este relato. Si no, espero que, además, te sirva de algo. Por mucho que te digan, tu Camino siempre será diferente por infinidad de detalles.
Decidí hacer algo más de 100 kilómetros para que me dieran La Compostela. En un principio pensé en 115 y partir desde Sarria. Luego, me decanté por O’Cebreiro, dos etapas antes, porque ésta es una de las más bonitas. Finalmente, salí desde Pedrafita do Cebreiro, 4,5 kilómetros antes -donde estaba hospedado-, algo que no aconsejo porque es por carretera, un ascenso continuo. Desde donde merece la pena partir es desde O’Cebreiro.
1ª etapa: Pedrafita do Cebreiro-Triacastela (27 kms). 23 de mayo.
El comienzo es un suplicio. Olvidaros de hacerlo. Pensé que subía de Riogordo a Colmenar, como había hecho algunas semanas antes. Parecía que esquivaba a los coches que se cruzaban embalados. Y eso que era las 7 de la mañana. Llegué a O’Cebreiro con más hambre que Rocinante, el caballo de Don Quijote de La Mancha. Cola cao y cuatro tostadas. Ni vi la iglesia. Sí las pallozas, viviendas rústicas con techo de paja y el resto de piedra. Y a andar. Mochila de 8 kilos -es recomendable como máximo el 10 por ciento de tu peso; 1,5 entre agua y comida, y 6,5 el resto-.
Al principio te sientes raro con una joroba en la espalda, pero te acostumbras pronto. Llegada a San Roque, el monumento al peregrino. Y subida al Alto do Poio, que apenas me costó. Ni me paro en los bares, que están llenos. Como es Año Xacobeo, unas 300 personas de media diariamente en cada etapa. “Esto es como una procesión en Semana Santa”, me dice en un correcto inglés Claire, una francesa de 71 años, que lleva dos meses andando desde Arlés. Toda una campeona. La conversación con un señor de Burgos, Luis, y una chica de La Palmas, Virginia, me hace más corta la llegada al pueblo "de los tres castillos". Mentira, porque no los tiene. El albergue público, completo. En uno privado hay una plaza: adjudicada.
Triacastela tiene poco que ver. Doy una pequeña vuelta y entro en la iglesia, que como la mayoría de las del Camino tiene el cementerio pegado a ella. El cura, Augusto, es un cachondo. Es el primer personaje entrañable de la cruzada. “A ver, los de atrás, venid aquí, ¿es que os habéis peleado por el camino? Me ha parecido ver a la Duquesa de Alba”, señala mientras una señora extranjera, con pelo blanco que entra en la iglesia. Llama al altar a uno que habla francés, otro alemán, una en inglés y en gallego.
La misa es puro espectáculo. Risas como pocas veces. “A misa se viene a reír, no a llorar. Para eso están los teled"arios”, nos comenta. Tras salir, jarra de cerveza, invitación de Virginia -"te invitaré en Las Palmas, canariona"-. Ella va en un grupo de 30 seleccionados por la Cadena Ser junto a mi amigo Adriano Espinal, corresponsal de El Mundo en Málaga. ¡Menuda coincidencia! Con él me tomé unas cañas por Filloval, antes de llegar a Triacastela, con aceitunas y croquetas. De cena, primer encuentro con el pulpo a feira -ahora más famoso si cabe tras las hazañas del pulpo Paul este Mundial-. Creo que durante un mes no lo probaré. Casi me salía por las orejas de tanto comerlo en esos días. Por cierto, me gusta más el que preparan en la provincia de La Coruña que el de Lugo, al que le echan excesivo pimentón picante.
Cinco chicas almerienses, a cual más simpática, me acompañan en mi cena. Ellas ya están en los postres. En la próxima etapa me veréis en una foto con ellas. Es casi imposible estar mejor acompañado. El albergue cierra a las 23.00. Los cinco alemanes que me rodean con sus literas, están ya en el quinto sueño. Como ‘cuadriculados’ que son, a las 6 de la mañana ya están en pie. A las ocho te echan del albergue. Pero sueles salir mucho antes. Con el ruido y los que dejan encendida la luz del servicio, es imposible seguir durmiendo. A asearte y emprender la segunda etapa."
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