Ibiza es literalmente una isla para perderse. Las cifras oficiales hablan de 600 kilómetros cuadrados, 40 kilómetros de norte a sur y 15 kilómetros de este a oeste. Y de 10.000 habitantes en invierno, que se multiplican por diez en temporada alta. Si no has ido nunca y te dicen eso la primera sensación que te puede asaltar es que apenas te pertenece un metro cuadrado si vas en agosto. Pero nada más lejos de la realidad.
Más allá de los lugares masificados como San Antonio, Ibiza ciudad o Santa Eulalia se abre un ramillete de caminos que serpentean montaña arriba o cala abajo, dando la sensación de estar en una isla deshabitada. Campos de almendros con la tierra roja, calas de piedras de acceso difícil, casas payesas blancas con tejado de terraza y buganvillas. Y todo verde, muy verde.
Y tomando uno de estos se llega a uno de los lugares más míticos de la Isla: el islote de Es Vedra, a donde pienso volver este fin de semana después de un año. Un lugar que ha servido de inspiración a escritores, pintores y músicos como Mike Olfield, Pink Floid, Deep Purple o Bob Dylan, del que se cuentan muchas leyendas. Dicen que hace siglos formaba parte de Ibiza y que se separó de ella para ser su 'centinela de piedra'. Para salvaguardarla.
Es considerado como un punto planetario de acumulación de energía magnética, como pueda ser el Torcal de Antequera en Málaga, la montaña de Montserrat en Barcelona, las piedras de Stonehenge en Inglaterra o las Pirámides de Egipto. Pescadores e investigadores hablan de avistamientos de ovnis en la zona y fenómenos paranormales.
Como el del caso Manises en noviembre de 1979, que provocó que un vuelo comercial tuviese que aterrizar de emergencia en Valencia por la aparición de un objeto volador que nunca se pudo identificar justo al sobrevolar el islote. También rumorean la existencia de una 'intraciudad', algo así como una base submarina de extraterrestres de la que mejor no queramos saber. Se habla de una especie de triángulo de las Bermudas donde los instrumentos de navegación se vuelven locos.
Su perfil escarpado se asemeja al de una catedral gótica natural sumergida por su gran cantidad de grutas, correteadas por lagartijas Pitiusas y cabras. Puede verse en la cima una cruz colocada por el monje carmelita Francisco Palau, ermitaño del peñón en 1850, quien ayudó a promover el misticismo del sitio con sus escritos en el que habla de encuentros con "seres de luz". Historias que los hippies que habitaron la Isla en los 70 no dudaron en abrazar y perpetuar. Y así, de corrillo en corrillo, hasta la fecha.
Realidad o ficción, lo que nadie puede cuestionar es la belleza impresionante -valga el tópico- de sus atardeceres desde la torre vigía de Es Savinar en el cabo de Jue en la zona de Atlantis, también conocida popularmente como la Torre del Pirata. Se llega tomando la carretera de San Josep-Es Cuvells y el desvío a Cala D'Hort y hay que girar antes de llegar a la playa. Lugar popular pero escondido, así que mejor preguntar cómo llegar.
Más allá de los lugares masificados como San Antonio, Ibiza ciudad o Santa Eulalia se abre un ramillete de caminos que serpentean montaña arriba o cala abajo, dando la sensación de estar en una isla deshabitada. Campos de almendros con la tierra roja, calas de piedras de acceso difícil, casas payesas blancas con tejado de terraza y buganvillas. Y todo verde, muy verde.
Y tomando uno de estos se llega a uno de los lugares más míticos de la Isla: el islote de Es Vedra, a donde pienso volver este fin de semana después de un año. Un lugar que ha servido de inspiración a escritores, pintores y músicos como Mike Olfield, Pink Floid, Deep Purple o Bob Dylan, del que se cuentan muchas leyendas. Dicen que hace siglos formaba parte de Ibiza y que se separó de ella para ser su 'centinela de piedra'. Para salvaguardarla.
Es considerado como un punto planetario de acumulación de energía magnética, como pueda ser el Torcal de Antequera en Málaga, la montaña de Montserrat en Barcelona, las piedras de Stonehenge en Inglaterra o las Pirámides de Egipto. Pescadores e investigadores hablan de avistamientos de ovnis en la zona y fenómenos paranormales.
Como el del caso Manises en noviembre de 1979, que provocó que un vuelo comercial tuviese que aterrizar de emergencia en Valencia por la aparición de un objeto volador que nunca se pudo identificar justo al sobrevolar el islote. También rumorean la existencia de una 'intraciudad', algo así como una base submarina de extraterrestres de la que mejor no queramos saber. Se habla de una especie de triángulo de las Bermudas donde los instrumentos de navegación se vuelven locos.
Su perfil escarpado se asemeja al de una catedral gótica natural sumergida por su gran cantidad de grutas, correteadas por lagartijas Pitiusas y cabras. Puede verse en la cima una cruz colocada por el monje carmelita Francisco Palau, ermitaño del peñón en 1850, quien ayudó a promover el misticismo del sitio con sus escritos en el que habla de encuentros con "seres de luz". Historias que los hippies que habitaron la Isla en los 70 no dudaron en abrazar y perpetuar. Y así, de corrillo en corrillo, hasta la fecha.
Realidad o ficción, lo que nadie puede cuestionar es la belleza impresionante -valga el tópico- de sus atardeceres desde la torre vigía de Es Savinar en el cabo de Jue en la zona de Atlantis, también conocida popularmente como la Torre del Pirata. Se llega tomando la carretera de San Josep-Es Cuvells y el desvío a Cala D'Hort y hay que girar antes de llegar a la playa. Lugar popular pero escondido, así que mejor preguntar cómo llegar.
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